REVOLUCIONES VERDES.
La revolución más
importante es la revolución que no se ve.
Nada tan cierto
cuando se lo aplica a la llamada Revolución Verde. Entre 1970 y 1999 – por
poner algunas fechas aproximadas – las ¨Dos Revoluciones Verdes¨ transformaron
el mundo de una manera tan impresionante que, si uno se detiene a leer las
ominosas crónicas aparecidas en los medios de comunicación en los años 70 del
siglo XX creería, por momentos, estar leyendo alguna distopía de mentes
alucinadas. Efectivamente, esos años eran de terrible pesimismo. No sólo la
amenaza de guerra nuclear, sino las inminentes hambrunas que asolarían Asia y
África ponían los pelos de punta.
La llegada de la
revolución científica- tecnológica al campo hizo que, en pocos años, esos
temores aparecieran como irrisorios.
En la Argentina,
en los 70, la producción de cereales y oleaginosas se duplicó, después de un
estancamiento de 30 años. Pasamos de 25 M de toneladas a 50 M. En los 90
volvimos a duplicar la producción: se llegó a 100 M. de toneladas al terminar
el siglo XX.
En los países más
pobres de Asia y África, donde la amenaza de hambrunas se imponía sobre
centenares de millones , a finales de los ochenta se podía decir, con máxima
confianza, que la pesadilla había quedado atrás.
A partir de
principios del siglo XXI el problema es cómo administrar la abundancia; una
abundancia relativa, ya que siempre están surgiendo problemas que van más allá
de los estrictamente productivo. Al final de cuentas, es el clima político y
macroeconómico de una nación lo que va a determinar si los frutos de la
revolución científica tecnológica se aprovechan al máximo.
PRODUCIR Y CUIDAR
EL MEDIO AMBIENTE.
Todos los días
aparecen noticias referidas a la prioridad que debemos dar al cuidado de la
naturaleza. Podría decirse que vivimos en la era del cuidado del medioambiente.
Muchas veces no es fácil conciliar las pretensiones de los ambientalistas con
los requerimientos mínimos de la producción. Pero en las últimas décadas los
avances han sido muy grandes.
La ¨labranza
mínima¨, o ¨labranza cero¨ viene al caso, ya que es una práctica que desde hace
muchos años se realiza en las principales zonas productivas de Argentina, y que
en su momento significó una verdadera revolución. Revolucionó la forma de
producir, a la vez que significó un avance impresionante en la conservación del
principal recurso que dispone una nación : su suelo.
En los próximos
años debemos enfrentar el desafío de producir cada vez más y preservar cada vez
mejor. Si nos atenemos al conocimiento del clima de la región pampeana, es muy
probable que las próximas décadas sean cruciales en un aspecto que, hasta
ahora, ha sido sólo preocupación de los expertos: las cada vez más frecuentes
secas que, con mucha probabilidad, se
abatirán sobre esta región clave de la producción agropecuaria. Y no sólo la
región pampeana, el 70% del territorio argentino cae bajo la categoría de
¨semidesértico¨ o ¨desértico¨.
Para implementar
una política eficiente de riego, que ayude a paliar las situaciones más graves,
es prioritario profundizar la extensión de la infraestructura energética. El
productor, enfrentado a situaciones de este tipo, sólo tiene una alternativa:
disponer de abundante energía, a precios accesibles.
Y aquí aparece de
lleno el problema político: estamos inmersos en un época de creciente
sensibilidad a cierto tipo de situaciones que ahora mismo se manifiestan en una
tendencia: la transformación energética motivada por el cambio climático. En
Europa, las consecuencias de estas políticas apresuradas están a la vista: una
crisis que amenaza la prosperidad lograda en décadas de sacrificios.
Lo más
conveniente para un país como argentina, es tomar nota de todo lo que se hizo
en los últimos 15 años en relación a las acciones tendientes a remediar los
efectos del cambio climático: vamos a aprender a no cometer los mismos errores que los países ricos y entusiastas
con las modas anti-combustibles fósiles acometieron.
La energía barata
y abundante es el fundamento de la prosperidad de los pueblos: esa es la
lección que jamás debemos olvidar.
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