jueves, 15 de abril de 2010

Prolegómenos para una historia de la ciencia


Uno de los logros más importantes dentro del desarrollo del pensamiento científico del pueblo griego fue el descubrimiento del razonamiento abstracto lógico – matemático; si quisiéramos ser un poco más precisos, deberíamos hablar del descubrimiento de la demostración, con el consiguiente desarrollo de los artificios lógicos inherentes a ella.

Esto nos sirve como punto de partida para comprender cuál es la sustancia de la ciencia, su método y su filosofía; y aún podríamos presumir de tener una hebra dorada que nos pueda conducir al establecimiento de las condiciones intelectuales para acceder a la verdad de las cosas.

Es seguro que en un momento temprano del desarrollo de la investigación de la Naturaleza, los pensadores griegos – los filósofos – se preguntaron: “ ¿ cómo podemos hacer para no caer en el engaño que puede acechar en el laberinto simbólico del lenguaje?” . Las paradojas de Zenón ya habían constituido un desafío para todo aquel que pensara que había hallado el recto camino de la comprensión; su elucidación y discusión contribuyeron a que se iniciara el vertiginoso ascenso hacia la conquista de los grandes logros lógico- matemáticos.


Las matemáticas son el campo tradicional para encontrar los ejemplos de demostración en sentido fuerte: uno comprende lo que es una verdadera demostración cuando entiende una demostración matemática.


Vamos a considerar el desarrollo de la filosofía y de la ciencia, de las matemáticas, con sus momentos culminantes en las obras de Euclides – los Elementos – y de Arquímedes de Siracusa, quien es el más grande matemático de toda la tradición griega.

El camino a recorrer puede aparecer como intrincado y, a veces, desalentador; pero al final nos veremos recompensados con la comprensión de los más altos logros del esfuerzo espiritual de un pueblo que fundó para siempre la tradición intelectual de occidente. Se trata del descubrimiento de los ARTIFICIOS MATEMÁTICOS DEL INTELECTO: Lógica, Demostración, Silogismo .

Puede decirse que toda la ciencia deriva de este gran descubrimiento, ya que los logros teóricos de la modernidad no son más que ampliaciones y profundizaciones de métodos intelectuales inventados y desarrollados por los griegos: los homenajes que GALILEO y NEWTON hacen a los antiguos no deberían dejar lugar a ninguna duda respecto a la gran deuda intelectual que habían contraído con los grandes matemáticos griegos.


El problema de la filosofía de la ciencia.

Si comenzamos a ocuparnos del origen y desarrollo de la ciencia desde el punto de vista de los estudios de filosofía de la ciencia, se nos presenta el siguiente problema: que las trampas del lenguaje se imponen, y el camino resulta contraproducente, en la medida que nos enredamos en discusiones que enseguida derivan hacia sinsentidos y paradojas, que son justamente los obstáculos que se tuvieron que salvar para llegar a la claridad intelectual aportada por los antiguos, y proseguida en gran medida por los filósofos y científicos modernos que levantaron el gran edificio del saber.

Cuando la ciencia estaba en el apogeo de su esplendor, se consideraba como acertada la tripartición que había adelantado Augusto Comte a mediados del siglo XIX: que la ciencia consistía en la superación del pensamiento metafísico, así como con éste se había adelantado del religioso; en realidad, y hasta cierto punto, el dogmatismo de semejante taxonomía fundaría una metafísica propia: la del positivismo; sin embargo, aún con todas las limitaciones que se le achacaron, este movimiento positivo organizó y dirigió en su momento los esfuerzos intelectuales válidos para fortificar el pensamiento frente a las arremetidas autoritarias y metafísicas.

Pero la situación se torna problemática en el siglo veinte, con el auge del irracionalismo y la crisis sin retorno del marxismo: los estudios humanísticos toman un sesgo pronunciadamente relativistas, y consideran a la ciencia como una forma de conocimiento más entre otras muchas otras; es decir, no se piensa ya que el conocimiento científico tiene el privilegio de ser superior a otras formas de acceder a la realidad, sino que se trata de algo distinto , al mismo nivel que la magia y el mito, o del de las formas de conocimiento de otros pueblos y otras épocas; ¿ cómo pudo ocurrir este giro? Por un lado se produjo un gran auge de los estudios humanísticos que no comprendían muy bien los procedimientos y métodos de las ciencias exactas y naturales; por el otro, el espiritualismo primero, y el irracionalismo posteriormente, hacen mella y penetran estos estudios humanísticos.

La crisis del marxismo provoca un efecto extraño; éste era visto como una forma de conocimiento científico, y sus críticos utilizaban esta característica como una prueba del camino sin retorno de la deshumanización del hombre – por ejemplo. Heidegger -; así quedaba el sesgo espiritualista justificado, y cuando se produce su debacle, los propios ex - marxistas se vuelcan a las corrientes postmodernas y postestructuralistas como forma de seguir la crítica y el ataque contra el capitalismo y la sociedad de consumo.

Pero,¿fue realmente el marxismo una filosofía compenetrada con la ciencia de su época? Marx era un filósofo educado en la escuela idealista y hegeliana, impresionado por el avance de la técnica y las transformaciones de la sociedad, pero no es seguro que tuviese una apreciación clara y una idea justa de la índole del trabajo científico: su obra es una crítica fundamentada en un conocimiento literario del mundo, no práctico o experimental; supuestamente su obra representa una nueva etapa de la ciencia del espíritu humano: el materialismo dialéctico o histórico; esto lo tomaron sus seguidores y los entusiastas que pensaban que era la etapa siguiente en la línea ascendente de la evolución espiritual: pero en realidad a Marx no le interesaba mucho ese matiz de su obra, y su verdadero interés era filosófico –político. Él estaba convencido de que había encontrado la clave para explicar el sistema social, a partir de las vicisitudes del trabajo humano y de la historia de la lucha de clases. Su obra tiene el aspecto de ser una obra científica basada en hechos, puesto que comenta y critica a los economistas clásicos, y así la forma de su discurso toma las vestimentas de aquellos. Pero es indudable que el relato de Marx se asemeja más a un discurso metafísico que a una obra descriptiva – explicativa con fundamentos lógico – racionales.


Así las cosas, no es extraño que muchos de los estudiosos de las ciencias sociales pasen por alto los aspectos fundamentales de la ciencia, y se detengan en los supuestos determinantes subjetivos y sociales; pero este es un camino que parece no tener retorno, en la medida en que cada vez se enreda más en asuntos que escapan a la esencia e historia del desarrollo de la ciencia y toma como fundamento aspectos del lenguaje y un determinismo ligado a las relaciones de clases y el poder de los grupos; la sociología del conocimiento es una forma inadecuada de emprender el estudio del fenómeno científico.

La ciencia y su historia deben encararse de acuerdo a lo que en esencia fueron y son: una investigación encauzada a hallar la verdad sobre las cosas.

En primer lugar, y con los griegos se enfatiza el aspecto lógico y conceptual; la modernidad traerá la experimentación y el estallido y crecimiento sin parangón de la ciencia como institución fundamental del quehacer de los hombres: porque no hay que olvidar que de acuerdo a los estudios disponibles, los griegos ya habían desarrollado un cuerpo de ciencia bastante completo, y lo que la modernidad hace es recuperar en un renacimiento los antiguos saberes y dotarlos de una nueva fuerza propulsora, basada en la técnica y experimentación; así, cuando decimos que la ciencia moderna surge en oposición a los métodos antiguos, fundamentalmente al estilo aristotélico de considerar las cosas, no hay que olvidar que esta crítica se refiere a que los griegos del siglo IV y III a.n.e. les interesaba poco y nada el experimento: su fuerte era el pensamiento conceptual, el desarrollo de los recursos lógicos y el mayor logro de todos: las matemáticas, para las cuales no se necesita el experimento, sólo el intelecto.

Entonces surge necesariamente la pregunta de cómo puede ser posible conocer el mundo de las cosas por el uso del intelecto, y esto lleva a la confusión metafísica de los dos o tres mundos y a toda una cadena de presunciones y derivaciones que no hacen más que oscurecer las cosas; pero es indudable que los hombres sí conocen las cosas, y que el conocimiento certero y avanzado se ha logrado con un esfuerzo enorme de investigación , crítica , discusión y refinamiento de todos los medios disponibles; pero lo principal es el buen manejo de los criterios de razonamiento y lógica; una adecuada definición de los campos del quehacer y no ponerse a divagar sin un fuerte anclaje en la realidad.

Los estudios de lógica y matemáticas nos dan la clave del conocimiento intelectual del mundo, ya que en su historia está presente toda la problemática del sinuoso y difícil camino de emancipación del mito y de la autoridad religiosa, que son dogmáticas por necesidad, estáticas sin remedio y no pueden competir con un grupo de hombres decididos a clarificar la hechura del mundo por medios empíricos de conocimiento; el lenguaje no puede ser abandonado nunca, por lo obvio de que el hombre es un animal simbólico y su instrumento es el lenguaje: todo pasa por ahí y no hay forma de evadirlo; pero lo que se puede hacer es refinar y afilar el aspecto lógico-cognitivo del lenguaje para adecuarlo a las nuevas tareas que impone el conocimiento e investigación del mundo de las cosas; así es como los griegos crearon la lógica y construyeron un cuerpo de conocimientos matemáticos impresionantes, que llegaron a los europeos de los siglos XIV –XVII y provocaron el impulso que culminó en la ciencia moderna de Galileo, Descartes y Newton.

Presentado así el asunto se facilita la comprensión de toda la problemática posterior, cuando la lucha entre el racionalismo y el empirismo trae de nuevo la discusión sobre el status del conocimiento intelectual y su relación con las cosas – el mundo concreto -; los racionalistas priorizaban todo el aspecto lógico formal y parecían volcarse al idealismo- espiritualismo: Descartes, Leibniz -; mientras que los empiristas desechaban las especulaciones metafísicas y se volcaban al escepticismo porque no se podían justificar los elementos más abstractos de la arquitectura conceptual – por ejemplo, el concepto de causa -, David Hume.

Entonces aparece Kant con su “revolución copernicana” y trata de solucionar el tema; pero no olvidemos que estamos dentro de la filosofía y lo único que se logra es complicar cada vez más las cosas, desde el punto de vista de la comprensión del funcionamiento de la ciencia propiamente dicha, que ya se había separado de la filosofía.

Es probable que los desarrollos posteriores de la polémica, después de Kant, hayan tenido que ver más con las discusiones internas sobre la filosofía que con los reales problemas de la ciencia, que siguió avanzando sin importarle la contienda entre idealistas y empiristas. Como el lenguaje de la ciencia se fue haciendo cada vez más matemático, se produce un nuevo motivo de separación con la filosofía, que desconfía de las matemáticas.

La lucha entre materialistas y espiritualistas recae entonces sobre la ciencia, que es acusada de materialismo y ateísmo, y es por esto que la religión y la filosofía se unen en su crítica.

Pero el siglo veinte trae nuevamente un auge de los problemas de método y fundamentación: el trabajo del Círculo de Viena atestigua cómo se impone la cuestión de tratar de delimitar lo que es ciencia de la metafísica; a su vez el auge del marxismo trae aparejado otro cisma, puesto que éste pretende lograr el status de ciencia en su más alto grado; y cuando se funda la Unión Soviética y el marxismo gana patente de ideología oficial, surge la pretensión científica del materialismo dialéctico, que quería pasar como una superación de la “ciencia burguesa”; ni qué decir que todo esto lo único que logró fue confundir más todo el asunto de los fundamentos, cuando ya incluso en el ámbito liberal de Occidente parecía que las humanidades y las ciencias duras estaban separadas para siempre.