lunes, 21 de mayo de 2012

Calentamiento Global: la posición de los científicos escépticos.

   En las próximas semanas se dará a conocer el Quinto  Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC-AR5). Desde que viera la luz el cuarto informe en el año 2007 la polémica sobre el cambio climático y el calentamiento global no ha dejado de crecer.
Una muestra del estado de la cuestión la da la carta abierta publicada en el Wall Street Journal en febrero del 2012. En ella dieciseis de los científicos escépticos más destacados del mundo critican duramente los métodos y las conclusiones del IPCC. (La carta completa puede leerse al final de este artículo).

   El punto que deseaban resaltar los firmantes es el ambiente de ofuscación y descalificación que reina en torno al tema del Cambio Climático y el Calentamiento Global. Desafortunadamente, la ciencia del Calentamiento Global y del Cambio Climático no acepta aparecer en los foros de discusión. Parece que se hubiera institucionalizado como si se tratara de un dogma, y sus conclusiones, cada vez más alejadas de la realidad de lo que le sucede al sistema climático real, causan alarma entre la población y fomentan decisiones políticas y económicas que perjudican el bienestar futuro de muchos. La carta aparecida en el WSJ no hace más que actualizar una situación en que son cada vez más los científicos que se oponen abiertamente a la ciencia del Calentamiento Global establecida por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático ( IPCC por sus siglas en inglés) en el seno de las Naciones Unidas.


Una muestra de la situación actual la da el Petition Project, que es una carta abierta que se hizo circular desde el año 2010 enter los hombres de ciencia e ingenieros en los EE.UU., para hacerla llegar al gobierno norteamericano, y que hasta el momento fue firmada por 31.487 científicos norteamericanos de todos los ámbitos, incluyendo 9029 que tienen un título de doctor ( PhD), donde se expresa el desacuerdo con el Protocolo de Kyoto y se rechazan las conclusiones alarmistas de la ciencia del IPCC.

Este debate ha estado creciendo y suscitado mucho interés en Europa y los EE.UU, por las derivaciones económicas y políticas que puedan emerger de las decisiones futuras respecto a los gases de efecto invernadero.

Aunque en nuestro país y en América Latina no han trascendido demasiado los argumentos de uno y otro bando, las consecuencias de las decisiones políticas a nivel global que puedan tomarse afectarán de seguro aspectos de nuestra economía que pueden ser vitales. Por eso conviene estar al tanto de todo el asunto y tener una opinión fundamentada. Vamos a resumir la esencia del tema y presentar la posición de los científicos que no están de acuerdo con las ideas del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático.



El meollo de la cuestión:

Hasta hace poco tiempo era moneda corriente opinar que el calentamiento global era algo real, comprobado y avalado por científicos e instituciones de primer nivel. Su causa era la emisión del gas invernadero dióxido de carbono (CO2), un producto natural, que exhalamos todos nosotros a altas concentraciones, y que constituye el “alimento” de los vegetales, y por implicación, el sustento de toda la cadena vital planetaria. Curiosamente, luego de su demonización por parte de los meteorólogos aliados al dogma del calentamiento global, se lo empezó a llamar un “gas contaminante”, por parte de algunas agencias gubernamentales.

Al quemar combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas, se emite CO2, lo que ha provocado que su concentración en la atmósfera haya estado creciendo en los últimos cien años. De ahí viene toda la alarma de los científicos del IPCC, que achacan a este gas la causa del aumento de la temperatura media en el último siglo. El IPCC se ha manejado con la hipótesis del efecto de los gases invernadero y con modelos computacionales que proyectan incrementos notorios de las temperaturas para fines del siglo XXI, en caso que no se corten las emisiones provenientes de la actividad humana.

Pero la realidad desmiente los modelos y las hipótesis del IPCC, puesto que no se cumplen las proyecciones de la elevación de la temperatura. Más aún, la conjetura del CO2 y otros gases menores, tales como el metano y los oxidos de nitrógeno, respecto al efecto invernadero, de que podrían causar aumentos notables de la temperatura del planeta, es muy poco plausible e imposible de verificar o falsacionar. Por lo tanto no se puede decir que se trata de una teoría científica establecida y “ aprobada por el consenso”. Por el contrario, es altamente implausible que el CO2 y los otros gases menores puedan provocar un desequilibrio en el balance energético de la tierra.



En la biósfera el ciclo del carbono (C) supone el intercambio de este elemento y su circulación entre los seres vivos, el aire ( atmósfera) y los océanos. En el gráfico nº 1 pueden verse algunas cifras aproximadas que muestran la magnitud de este intercambio ( los números son Giga toneladas de Carbono ) Se observa que la concentración de C en los océanos es aproximadamente cincuenta veces superior a la de la atmósfera. En la atmósfera, la concentración del C como CO2 es de 0,038% en volumen.( 380 ppm) = =partes por millon. Se supone que el incremento en los últimos cien años debido a la quema de combustibles fósiles y a la deforestación ha contribuído a aumentar el CO2 atmosférico en un 30% desde los niveles de principios del siglo XX = 290ppm.

Grafico. El ciclo de carbono en la biósfera, simplificado para tener una idea aproximada de las magnitudes de los flujos y stocks. Los números son Giga toneladas de C.






Gráfico Nº1 Ciclo del carbono en la biósfera. Los números representan gigatoneladas de carbono. Puede observarse cómo el aporte de las emisiones humanas es pequeño en relación a los flujos naturales.

Las consecuencias previstas por los defensores de la ciencia del IPCC en relación al aumento constante del CO2 atmosférico eran muy preocupantes, casi sombrías: islas del Océano Indico que quedarían sumergidas, derretimiento de capas de hielo y glaciares, que harían que el nivel del mar subiese seis metros, con las consecuencias catastróficas de migraciones masivas y millones de refugiados del Tercer Mundo y fenómenos climáticos inusitados como sequías y huracanes, que terminarían por poner a la humanidad de rodillas.
Es importante resaltar que el último informe del IPCC, el AR4, Reporte de Evaluación Nº 4, del año 2007, no habla de estas catástrofes. Sin embargo, son las cosas que inmediatamente se empezaron a divulgar por parte de los científicos más militantes de esta corriente; ni qué decir que los medios de comunicación nos siguen saturando con estas previsiones casi apocalípticas.


El efecto invernadero y la hipótesis del IPCC.


El mecanismo de este supuesto “calentamiento global” consiste en lo siguiente: el CO2 atmosférico, al ser un “gas invernadero”, impide la salida de la radiación de onda larga – infrarroja – y entonces atraparía el calor emitido por la tierra, creando así un desbalance energético. Esto a su vez se retroalimentaría por los efectos del mayor nivel de vapor de agua que se produciría como consecuencia del aumento de temperatura provocado por este primer factor desencadenante –llamado forzamiento en el lenguaje técnico de los climatólogos. Así, a fines del siglo XXI, cuando los niveles de CO2 atmosférico llegasen a las 600 partes por millón, la temperatura media del planeta se elevaría hasta niveles de entre 2ºC – 6ºC. por arriba de la media del siglo XX ( esto es de acuerdo a las diversas estimaciones de los 18 modelos de computación que utiliza el IPCC).

Todo esto se popularizó con la prédica de el ex vicepresidente de los EE.UU. Al Gore, con una película que se vió en todo el mundo – Una Verdad Incómoda – y con el Premio Nobel a la Paz que se le otorgó a él y al IPCC en el año 2007 .
La prédica sigue siendo la misma desde hace años: si no se hace algo de inmediato, la suerte de la humanidad tiene pocas chances. Lo que hay que hacer es dejar de quemar combustibles fósiles y pasar a energías alternativas; queda poco tiempo para evitar la catástrofe, y es bueno que la gente se movilice contra los intereses de las petroleras, de los empresarios codiciosos, y de todo aquel que niegue esta realidad.

Esta disposición militante y el tono virulento que fue emergiendo en las polémicas, amedrentó a no pocos científicos que pensaban que los fundamentos de todo la ciencia detrás de la hipótesis del Calentamiento Global de origen Humano – AGW por sus siglas en inglés - eran poco plausibles, más aún sus previsiones de catástrofes para el futuro inmediato, y que en todo caso la influencia del CO2 era menor y de ningún modo conduciría a los escenarios siniestros que se auguraban.

Sin embargo, cuando hablamos del “calentamiento global”, más que un debate pareciera haber, por un lado, una ciencia establecida y considerada verdadera y probada, respaldada por varios científicos destacados e instituciones prestigiosas y, por el otro, un grupo de científicos e ingenieros que aparecen como recalcitrantes contreras de la corriente mayoritaria.

Hasta hace poco tiempo esta era la situación, de acuerdo a cómo la mostraban los medios, ampliamente volcados hacia la defensa de la hipótesis del AGW. A los opositores a la corriente principal, los científicos escépticos, se los trataba con desprecio. El genetista y reconocido divulgador científico canadiense David Suzuky; creador y presentador del programa “La Naturaleza de las Cosas”, pidió que se encarcelara a estos escépticos porque constituían un peligro para la humanidad. Los científicos escépticos y opositores en general fueron etiquetados como “negadores” –deniers, en referencia a los que niegan el Holocausto– y las manifestaciones de los miembros de las ONG’s que pedían a los gobiernos acciones drásticas para terminar con las emisiones de CO2 no escatimaban insultos y amenazas para estas personas.


¿Cómo se llegó a esta situación?

Las especulaciones sobre la acción de los gases de efecto invernadero sobre el clima global tienen una larga historia. Pero recién en los años ’70 del siglo XX, cuando muchos meteorólogos preveían un descenso de las temperaturas que acarrearía otra “Pequeña Edad de Hielo”, Bert Bolin, que había sido meteorólogo y que asesoró en su momento al primer ministro Olaf Palme, rescató una conjetura hecha a fines del siglo XIX por su connacional, el reconocido químico y físico Svante Arrhenius. En ella ya se hablaba sobre el efecto que el CO2 adicional producido por las actividades humanas y volcado a la atmósfera tendría sobre el calentamiento del planeta.

Un artículo de James E. Hansen publicado en la revista Science de agosto de 1981 marcó la pauta modélica para evaluar el impacto del aumento del CO2 en el clima global. Allí establece, con modelos matemáticos, la ciencia del calentamiento global por el efecto del CO2. Hay que destacar que lo de Hansen fue nada más que la presentación de una conjetura y de un modelo matemático. Pero en 1988 se presentó delante del Congreso Norteamericano para dar una charla donde exponía las consecuencias catastróficas que acarrearía la contínua emisión de CO2. Esto desató una corriente de interés por el tema, y todo fue tomando un giro hacia el alarmismo y el activismo político. En los años ochenta, además, las temperaturas comenzaron a subir nuevamente, luego de la declinación entre los años ’40 y fines de los setenta, y la moda apocalíptica se fue adueñando de los medios de comunicación. La creación del IPCC en 1988, en el ámbito de las Naciones Unidas coronó toda esta fase del problema.

La comunidad científica y los meteorólogos en general no pensaban que las hipótesis sobre los efectos del CO2 que manejaban estos científicos fuesen demasiado plausibles; en realidad, cuanto más avanzaba el conocimiento del clima real, más los hombres de ciencia se daban cuenta que las complejidades eran muchas, y que no era probable que el CO2 y otras actividades humanas tuviesen una influencia preponderante en lo que sucedía con la dinámica de la atmósfera.

El movimiento verde y muchos políticos tomaron entonces las banderas del calentamiento global, y el escenario se desplazó desde lo puramente científico, hacia lo ideológico y lo económico-social. Con la creación del IPCC los fondos para la investigación empezaron a fluir en forma abundante, y en los noventa se crearon las dos instituciones que motorizarían todo el asunto hasta los niveles en que se encuentra hoy: el Tyndall Centre for Climate Studies, dirigido por Michael Hulme, en la Universidad de East Anglia, Inglaterra, y el Postdam Centre for Climate Impact Research, en Alemania.

Pero desde el principio esta investigación, que se le encargó al grupo creado exclusivamente para investigar el tema en el ámbito de las Naciones Unidas, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático –IPCC– estuvo dirigida casi exclusivamente hacia los efectos de las emisiones humanas de CO2, ignorándose y dejándose de lado las causas naturales que podrían estar afectando los movimientos de la temperatura.


La refutación: argumentos de los científicos escépticos.

¿por qué los científicos escépticos vienen argumentando incansablemente desde hace años que no se trata de una cuestión decidida y establecida? ¿por qué aún no hay una “ evidencia incontrovertible” a favor de la AGW.?

Los científicos escépticos aceptan el hecho de que la temperatura de la tierra ha aumentado en los últimos cien años entre 0,5ºC y 0,8ºC. Nadie puede oponerse a la evidencia de que cientos de glaciares están retrocediendo, y que todos los veranos se producen espectaculares deshielos en el Artico y en la Antártida. Pero esto no es nada anormal. La tierra se encuentra atravesando un período interglacial, donde las temperaturas se elevan desde una posición baja. En todo caso, como ha enfatizado el Dr. Jorgen Steffensen del NGICP, un proyecto dinamarqués de perforación de la capa de hielo en el norte de Groenlandia para el estudio de los paleoclimas, de acuerdo a los registros del pasado climático de Groenlandia, el mínimo de temperaturas de finales de la LIA – la Pequeña Edad de Hielo que llegó hasta los siglos XVII y XVIII - coincidió con la época en que comenzaron los registros termométricos; entonces estamos midiendo las temperaturas terrestres desde un mínimo histórico de los últimos 10.000 años. – y por ello la curva ascendente no es representativa cuando se la extrapola al futuro – de hecho el clima se enfrió entre 1940 –1980, y desde hace diez años ahora, la curva se estabilizó, es decir no ha habido incrementos significativos.



Grafico: once mil años de registro de las temperaturas en Groenlandia. El extremo izquierdo muestra que las temperaturas registradas en la actualidad no son para nada extraordinarias en el contexto de los paleoclimas. Observar que las mediciones termométricas comenzaron en el mínimo de la salidad de la Pequeña Edad de Hielo.

Lo que niegan rotundamente los científicos escépticos, es que las causas del calentamiento se deban exclusivamente al CO2, además de rechazar categóricamente las proyecciones del aumento más altas, de 4ºC - 6ºC en las temperaturas, para finales del siglo. La evidencia del clima real muestra que el ritmo de calentamiento está dentro de los márgenes normales de los eventos naturales; que los modelos computacionales que utiliza el IPCC han errado en las predicciones y proyecciones de las variaciones de la temperatura en los últimos 20 años, y que estos modelos adolecen de fallas insuperables a la hora de poder predecir correctamente el clima futuro.




















Grafico: en verde las proyecciones de los modelos del IPCC. En Rojo, las mediciones de las temperaturas reales. Celeste y líneas negra llena y punteada, proyecciones de acuerdo a modelos más realistas que los del IPCC.

Señalan en forma categórica los científicos escépticos que la evidencia observacional empírica de un calentamiento extraordinario es inexistente, y que toda la alarma está fundada en la repetición por parte de los medios de comunicación de fenómenos que son corrientes pero que se hacen pasar como extraordinarios: grandes tormentas, huracanes, inundaciones y temperaturas extremas de verano e invierno.


Los científicos escépticos están de acuerdo en que una duplicación del CO2 atmosférico llevaría a un incremento de la temperatura de 1ºC hacia finales de siglo.

Pero los científicos del IPCC postulan además mecanismos de retroalimentación o feedbacks positivos que llevarían el incremento de las temperaturas hasta los 4º-6ºC postulados en los modelos computacionales.

La idea de que el clima podría estar gobernado por mecanismos de amplificación, o feedbacks positivos está en el meollo de la posición que sostiene el IPCC. Esta idea surgió a mediados del siglo XX, durante las discusiones sobre las causas y los mecanismos de las glaciaciones, cuando se investigaron los cambios de las condiciones imperantes en las transiciones de los períodos cálidos a los períodos glaciares, y viceversa, que aparecían como muy rápidos. Recientemente, esta idea parece haber resurgido y se convirtió en un pilar de los 18 modelos de simulación climática que utiliza el IPCC. Puede ser que las correlaciones entre CO2 y temperatura, del tipo de las mostradas, por ejemplo, en la película “ Una verdad Incómoda” de Al Gore, también hayan sugerido unos feedbacks positivos. Los datos allí expuestos provienen de las muestras de las perforaciones de la unidad de investigación ruso- francesa de Vostok, en la Antártida, que proporcionaron un registro de temperaturas y concentración del CO2 que abarca 400.000 años. Pero la relación causa –efecto entre el CO2 y la temperatura es contraria a la afirmada por Al Gore y los científicos del IPCC.

Los estudios geológicos del pasado de nuestro planeta muestran que las temperaturas empiezan a variar primero y después empieza a variar la cantidad de CO2; en el registro paleoclimático se observa que las variaciones del CO2 se producen en promedio 800 años después de que se produzcan las variaciones en las temperaturas. Por lo tanto son las temperaturas, en su oscilación natural de ascenso y descenso, las que determinan el nivel de concentración del CO2 atmosférico

Sin embargo, el registro geológico es incapaz de decirnos si tenemos realmente feedbacks positivos; hay que averiguar qué pasa con el sistema climático real y sacar las conclusiones pertinentes, porque en caso de que los feedbacks fuesen negativos, entonces el sistema es insensible al “forzamiento” por CO2 y los grandes aumentos de temperatura previstos por el IPCC no sucederán. Hay que remarcar que no sucedieron en los últimos veinte años.

Un indicio de que el sistema climático es insensible al forzamiento por CO2 lo tenemos en los eventos de El Niño, cuando se calienta la superficie del Océano Pacífico y éste bombea grandes cantidades de CO2 a la atmósfera. El análisis del balance energético terrestre realizado desde satélites a continuación de estos eventos, señalan claramente que los mecanismos de feedback son negativos. El sistema climático tiende a volver al equilibrio y se hace evidente entonces que el CO2 no tiene la potencialidad de explicar el aumento de las temperaturas y habrá que buscar otras causas.

Los principales equipos de investigación que se ocupan de analizar el signo de los feedbacks están liderados por los doctores Roy W. Spencer y John Christy, de la Universidad de Alabama, y por el Dr Richard Lindzen del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Estos estudios se realizan a través de las mediciones satelitales. Se analiza el comportamiento de las nubes y el de la radiación infrarroja que escapa de la tierra, en relación a los cambios de temperatura durante los eventos que provocan un transtorno en el balance energético de la tierra tales como el fenómeno de El Niño y La Niña.

La consecuencia directa de todo esto es que la situación del clima global no presenta las características alarmantes y urgentes que constantemente nos anuncian, basados en una supuesta ciencia consensuada del cambio climático.Tampoco estamos cercanos a ningún “momento crítico” en relación a los cambios que puedan producirse en el sistema climático.


Eventos extremos y comportamiento histórico del clima

Ultimamente los defensores de las hipótesis del IPCC han enfatizado que la tierra sufrirá eventos extremos debido al aumento de gases de efecto invernadero: sequías, inundaciones, grandes tormentas, huracanes, etc; el sustento de todo esto son las proyecciones de los modelos de computación del IPCC, y la divulgación de las catástrofes que todos los años castigan alguna región del planeta.

Pero al cotejar el registro histórico de los pasados siglos se concluye inmediatamente que los eventos extremos siempre estuvieron presentes, sin necesidad de que el CO2 atmósférico influyese para nada. La región del Río de la Plata puede servir de ejemplo. Leyendo “El Diario de Viaje del Beagle” de Charles Darwin, uno se entera que en 1793, la ciudad de Buenos Aires sufrió una terrible tormenta de rayos, donde murieron 19 personas – un gran número teniendo en cuenta la pequeña población de aquellos días – y cayeron rayos en 37 puntos de la ciudad. También este famoso naturalista da cuenta de los efectos catastróficos de una gran sequía que asoló el norte de Buenos Aires y el Sur de Santa Fe entre 1827 y 1832. El ganado moría de a miles y en su desesperación iba enloquecido en busca de agua, cayendo por las barrancas al río Paraná, que se llenó de miles de cadáveres y presentó durante semanas un espectáculo dantesco.

En su interesante libro “Cómo evolucionó la ganadería en la época del virreinato”, Alfredo Montoya dedica varias páginas a describir los graves efectos de las sequías que asolaron la región de Buenos Aires durante los siglos XVII y XVIII.

Pero no eran solamente las sequías las que desquiciaban la economía en aquellos días, también hubo períodos de graves inundaciones, que afectaban mayormente la subregión conocida como Cuenca del Río Salado. Esta problemática la registra el eminente naturalista Florentino Ameghino en su libro del año 1884: “Las sequías e inundaciones en la provincia de Buenos Aires”.
Estos registros de hechos climáticos extremos se pueden encontrar en los archivos históricos de todas las regiones del mundo, un hecho que torna evidente que los fenómenos climáticos extremos poco tienen que ver con la actividad industrial del hombre y que siempre estuvieron presentes por causas puramente naturales.

El escándalo del “Hockey Stick”

Uno de los eventos que ha causado más consternación en todos estos años de debate y polémica, ha sido el incidente del llamado “ Hockey Stick” – Palo de Hockey - que vino a ser una muestra de los métodos poco adecuados a la ética de la ciencia que han caracterizado a los miembros más militantes de la teoría del AGW.

Es el caso del profesor Dr. Michael Mann de la Universidad de Virginia. A principios de los ’90, los informes del IPCC traían el esquema de los climas históricos, donde se observaba claramente el período conocido como MWP – Período Cálido Medieval, cuando las temperatura era similares o incluso mayores que hoy día. Este período cálido medieval abarca desde aproximadamente el año 800 hasta el 1200 de la era cristiana, y coincide con la colonización vikinga de Groenlandia y con otros fenómenos bien conocidos en distintas partes del mundo.

Era prioritario para la posición del establishment del calentamiento resaltar el carácter único del proceso de temperaturas ascendentes del siglo XX. El profesor Mann publicó un trabajo basado en el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, para determinar las temperaturas de los siglos pasados: así surgió el famoso gráfico llamado Hockey Stick (palo de hockey). En éste se mostraba mil años de temperaturas más o menos parejas y un crecimiento empinado y extraordinario en los últimos cien años. Se trataba de cambiar así la visión prevaleciente hasta ese momento de que alrededor de los años 1000-1200 de la era cristiana las temperaturas habían sido tan cálidas como las actuales. (ver el gráfico)

El trabajo del Dr. Michael Mann resultó contener tantos errores de método y de análisis que debió ser retirado de circulación. Quien desentrañó este caso de mala metodología científica fue Stephen McIntyre, un ingeniero y estadístico canadiense, cuyo esfuerzo detectivesco para lograr aclarar el asunto está testimoniado en el libro de Andrew Montford “ The Hockey Styck Illusion”

Se muestran juntos aquí los gráficos del Hockey Stick, provenientes de un estudio desautorizado por la mala metodología, y que sin embargo fue considerado durante años “La Prueba” del Calentamiento Global.

Abajo, un gráfico ilustrativo de la variación de la temperatura en los últimos mil años, de acuerdo a una abrumadora masa de información proveniente de estudios en todo el mundo, donde se observa que hace mil
años la temperaturas eran más altas que las actuales aún con niveles menores de CO2.




Para mayores datos sobre el período calido medieval ver: RECONSTRUCTING CLIMATIC AND ENVIRONMENTAL CHANGES OF THE PAST 1000 YEARS: A REAPPRAISAL

Willie Soon (wsoon@cfa.harvard.edu) and Sallie Baliunas

Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, Cambridge, Massachusetts and Mount Wilson

Observatory, Mount Wilson, California

Craig Idso and Sherwood Idso

Center for the Study of Carbon Dioxide and Global Change, Tempe, Arizona

David R. Legates

Center for Climatic Research, University of Delaware, Newark, Delaware

Energy & Environment • Vol. 14, Nos. 2 & 3, 2003.

A continuación la carta del IPCC publicada el 27 de Enero pasado en el Wall Street Journal y firmada por 16 prestigiosos científicos e ingenieros reabrió un debate que ya lleva más de veinte años; la carta decía:

Sin necesidad de alarmarse por el calentamiento global.

No hay ningún argumento científico urgente para una acción drástica tendiente a descarbonizar la economía mundial.

Un candidato que vaya a ocupar una posición pública en cualquier democracia contemporánea podría tener que considerar qué hacer, si fuese necesario hacer algo, respecto del calentamiento global. Los candidatos deberían comprender que la frecuentemente proclamada consigna de que casi todos los científicos piden que se haga algo dramático para frenar el calentamiento global, no es verdadera. De hecho, un número grande y creciente de distinguidos científicos e ingenieros no están de acuerdo en que se necesiten acciones drásticas respecto del calentamiento global.

En septiembre de 2011, el físico ganador del Premio Nobel Iván Giaver, que dio su apoyo al presidente Obama en la última elección, renunció en forma pública a la Sociedad Americana de Física (APS) con una carta que comenzaba: “no renuevo mi membresía ya que no puedo convivir con la política establecida en la Sociedad Americana de Física que enuncia “la evidencia es incontrovertible: el calentamiento global está ocurriendo. Si no se toman acciones de mitigación, una disrupción significativa de los sistemas físicos y ecológicos de la tierra, sistemas sociales, de seguridad y salud humana pueden ocurrir con probabilidad. Debemos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero comenzando ahora”. En la Sociedad Americana de Física está muy bien discutir si la masa del protón cambia en el tiempo y cómo se comporta un multiuniverso, pero ¿la evidencia del calentamiento global es incuestionable?”
A pesar de una campaña internacional de varias décadas para reforzar el mensaje de que cantidades crecientes del “contaminante” dióxido de carbono destruiría la civilización, un gran número de científicos, muchos muy prominentes, comparten la opinión del Dr Giaver. Y el número de científicos heréticos crece con cada año que pasa. La razón es un conjunto de hechos científicos persistentes.
Quizás el hecho más incómodo sea la ausencia del calentamiento global en los últimos diez años. Este hecho es conocido para el establishment del “calentamiento”, como puede apreciarse en el email extraído del Climategate del 2009, del climatólogo Kevin Trenberth. “El hecho es que no podemos justificar la falta de calentamiento en este momento, y es una parodia que no podamos hacerlo”. Pero el calentamiento está ausente sólo si uno cree en los modelos de computadoras, donde los así llamados “feedbacks” que incluyen al vapor de agua y a las nubes amplifican en grande el pequeño efecto del C02.

La falta de calentamiento por más de una década, en realidad, un calentamiento menor que el proyectado durante todo el período de 22 años desde que el IPCC de la ONU comenzó a publicar las proyecciones, sugieren que los modelos de computadora han exagerado en grande la magnitud del calentamiento que el CO2 adicional puede causar. Frente a estos hechos comprometedores, quienes promueven la alarma han girado el foco de atención hacia los fenómenos climáticos extremos, permitiendo que cualquier cosa fuera de lo común que sucede en nuestro clima caótico sea adscripto al CO2.

El hecho es que el CO2 no es un contaminante. El CO2 es un gas inodoro e incoloro, que cada uno de nosotros exhala a altas concentraciones y un componente clave del ciclo de vida de la biósfera. A las plantas les va muchos mejor con más CO2, y los horticultores a veces incrementan su concentración en los invernáculos por un factor de tres o cuatro para promover el crecimiento. Y esto no es ninguna sorpresa puesto que las plantas y los animales evolucionaron cuando las concentraciones de CO2 en la atmósfera eran aproximadamente diez veces mayores a las actuales. Variedades de plantas mejoradas, fertilizantes químicos y el manejo agronómico contribuyeron a los grandes incrementos en los rindes de la agricultura durante el siglo pasado, pero de seguro una parte de estos mayores rindes se originó en el mayor CO2 adicional de la atmósfera.

Aunque el número de científicos que disienten en forma pública está creciendo, muchos científicos jóvenes comentan por lo bajo que, en tanto ellos tienen serias dudas sobre el mensaje del calentamiento global, tiene temor de expresarlo por miedo a no ser promovidos –o peor. Y tienen buenas razones para temer. En el año 2003 el Dr. Chris de Freitas, el editor de la publicación Climate Research, se atrevió a publicar un artículo evaluado por sus pares, con la conclusión políticamente incorrecta (aunque correcta basada en los hechos) de que el calentamiento reciente no es inusual en el contexto de los cambios climáticos de los últimos mil años. El establishment internacional del calentamiento rápidamente montó una campaña destinada a la destitución del Dr. de Freitas de su puesto editorial y de su posición universitaria. Afortunadamente, el Dr. de Freitas pudo conservar su puesto en la universidad. Esta no es la manera en que la ciencia se supone que funcione, pero lo hemos visto antes, por ejemplo en el tenebroso período cuando Trofim Lysenko secuestró la biología de la Unión Soviética. Los biólogos soviéticos que expresaban su creencia en los genes, los cuales Lysenko consideraba una “ficción burguesa”, eran expulsados de su trabajo. Muchos fueron enviados al Gulag y algunos condenados a muerte.

¿Por qué existe tanta pasión en torno al calentamiento global, y por qué el tema se ha convertido en algo tan fastidioso que la APS, a la que el Dr Giaver ha renunciado unos meses atrás, se resiste al aparentemente razonable pedido de muchos de sus miembros de retirar la palabra “incontrovertible” de su descripción de una cuestión científica?

Hay muchas razones pero un buen lugar para comenzar sería la vieja pregunta “cui bono?” o su versión moderna “sigan el dinero”.

El alarmismo sobre el clima es un gran beneficio para muchos: provee financiamiento gubernamental para la investigación académica y una razón para el crecimiento de la burocracia. El alarmismo también ofrece una excusa para que los gobiernos aumenten los impuestos, para los subsidios con plata de los contribuyentes dirigidos a los negocios que saben cómo funciona el sistema político, y un aliciente para grandes donaciones a fundaciones de caridad que prometen salvar el planeta.

Lysenko y su grupo vivían muy bien, y defendían su dogma con violencia, así como los beneficios que les había acarreado.

Hablando en nombre de muchos científicos e ingenieros que han estudiado independiente y minuciosamente la ciencia del clima, tenemos un mensaje para cualquier candidato a ocupar un cargo: no hay argumentos científicos convincentes para una acción drástica para “descarbonizar” la economía del mundo. Aún si uno aceptase las proyecciones infladas del IPCC, las políticas agresivas de control de los gases de efecto invernadero no se justifican desde el punto de vista económico.

Un estudio reciente sobre una amplia gama de opciones de política hecha por el economista William Nordhaus de Yale mostró que el mayor ratio beneficio/costo se alcanza con una política que permite 50 años más de crecimiento económico sin trabas por controles sobre los gases de efecto invernadero. Esto sería especialmente beneficioso para las partes del mundo de menor desarrollo que quisieran compartir algunos de los beneficios del bienestar material, salud y expectativa de vida que hoy disfrutan las partes desarrolladas del mundo. Muchas otras respuestas políticas tendrían un retorno negativo sobre la inversión. Y es probable que más CO2 y el modesto calentamiento que pueda ocurrir sería en general beneficiosos para el planeta.

Si los candidatos elegidos se sintiesen compelidos para “hacer algo” sobre el clima, recomendamos apoyar a los excelentes científicos que están aumentando nuestra comprensión del clima con instrumental adecuado ubicado en satélites, en los océanos y en la superficie de la tierra, y analizando los datos observados. Cuanto mejor comprendamos el clima, mejor podremos lidiar con su naturaleza siempre cambiante, que ha complicado la vida de los hombres a través de toda la historia. Sin embargo, mucho de la gran inversión tanto privado como gubernamental hecha en el estudio del clima tiene mucha necesidad de una revisión crítica.

Todo candidato debe apoyar medidas racionales para proteger y mejorar nuestro ambiente, pero no tiene ningún sentido apoyar programas costosos que desvían recursos necesarios y que están sustentados en alarmantes pero insostenibles demandas de evidencias “incontrovertibles”.

Claude Allegre, former director of the Institute for the Study of the Earth, University of Paris;

J. Scott Armstrong,cofounder of the Journal of Forecasting and the International Journal of Forecasting;

Jan Breslow, head of the Laboratory of Biochemical Genetics and Metabolism, Rockefeller University; 

Roger Cohen, fellow, American Physical Society; 

Edward David, member, National Academy of Engineering and National Academy of Sciences;

William Happer, professor of physics, Princeton; 

Michael Kelly, professor of technology, University of Cambridge, U.K.;

William Kininmonth, former head of climate research at the Australian Bureau of Meteorology;

Richard Lindzen, professor of atmospheric sciences, MIT; 

James McGrath, professor of chemistry, Virginia Technical University; 


Rodney Nichols, former president and CEO of the New York Academy of Sciences; 

Burt Rutan, aerospace engineer, designer of Voyager and SpaceShipOne; 

Harrison H. Schmitt, Apollo 17 astronaut and former U.S. senator;

Nir Shaviv, professor of astrophysics, Hebrew University, Jerusalem;

  Henk Tennekes, former director, Royal Dutch Meteorological Service;

Antonio Zichichi, president of the World Federation of Scientists, Geneva.